Mediante este blog intentaremos recopilar, estudiar y difundir nuestra cultura tradicional atraves del nuestro Grupo de Coros y Danzas "Alborea" de Villarta de San Juan.



jueves, 22 de octubre de 2009

Mini-novela Vero

Permitirme publicar hoy esta mini-novela escrita por una gran amiga mia. Ella es Veronica. Esta novela fue presentada para el concurso local de relatos cortos que todos los años la Biblioteca municipal de Villarta de San Juan en las jornadas dedicadas a la mujer. Espero que os guste.


…Quisiera volver a ser una muchacha de quince años y no comprender el mundo que nos rodea, pero eso no es posible…

Silvana era víctima del lugar donde vivía. Ese era un pueblo donde los resfriados eran noticia y donde las noticias eran más contagiosas que los resfriados. Con la llegada del buen tiempo las gentes de Bremen se transformaban en laboriosas hormigas para poder languidecer tranquilamente el resto del año como modestas cigarras.
Silvana era pequeña y concentrada, azucarada y brillante, densa y dulce, como un postre. Tenía cara de muñeca exótica, los ojos rasgados, maquillados con sabiduría, los labios gruesos, rojizos, un cuerpo compacto y menudo, con las curvas justas, muy acentuadas, y la piel lujosa, mullida, del color que tienen los caramelos de café con leche.
Silvana era una muchacha de veintitrés años que había crecido en el seno de una familia humilde. Se trataba de una chica tímida y recatada que no abría la boca por miedo a pecar. No obstante, la fuerza que ardía dentro de esa chica no la apagaría ni toda el agua del océano. Silvana siempre decía: “Aunque se tengan problemas siempre se sonríe”.
Silvana acudía cada mañana a clases de interpretación; pues desde niña siempre lee había gustado eso de ser actriz. Se refugiaba en sus interpretaciones, en sus personajes para así desatar toda la angustia que hervía en su interior. Era extraordinario como es muchacha tímida al pisar el escenario se convertía en toda una leona, una depredadora, una fiera que devoraba con exquisitez a cada uno de los personajes que le tocaba ejecutar. El profesor que impartía clases de interpretación a Silvana manejaba conceptos del tipo: “Actuar es hacer el amor” o “Tenéis que follaros al texto”. Parece ser que Silvana se tomaba sus palabras al pie de la letra.
Silvana se había enamorado.
En este mismo instante sostengo en mis manos su diario, el diario de Silvana y releo una y otra vez mi hoja preferida:

Viernes, 17 de julio, 2003

Nicolás me dijo una vez que sólo recordamos lo que nunca sucedió. Pasaría una eternidad antes de que comprendiese aquellas palabras. Nicolás se llevó todas las respuestas consigo.
Una tarde tomando un batido de chocolate en el bar del tío Domingo, Nicolás desde su rudeza e ingenuidad me preguntó:
- Silvana, ¿Cuándo deja una persona de enamorarse?
- No hay edad ni fecha para eso, hay gente que no se enamora nunca y otros que mueren de viejos temblando aún de amor - improvisé, tragando un pequeño sorbo del batido de chocolate.
- ¿Y si una persona se enamora mucho, muchísimo de otra y se quieren y luego se les pasa? ¿Aquello que sentían no era amor? - seguía preguntándose el inocente de Nicolás.
- Claro que era amor - continuaba yo apuntándole -. El amor para ser amor y ser verdadero, no tiene por qué ser eterno. Aunque sólo durara un instante, podría ser también amor. El amor dura lo que dura y no queda más remedio que aceptarlo así.
Nicolás siempre con sus preguntas y lo más curioso es que sus preguntas eran mis preguntas. Nuestras vidas eran una manifestación de nuestros sueños y los sueños se escogen.
Ahora me encuentro en mi habitación y le doy vueltas al amor, a los amores, a los amantes, a los amigos que hicieron brotar de mi alma sentimientos tan poderosos que aún hoy perduran. Sin embargo ¡Qué doloroso es el amor y cuánto sufrimiento arrastra en uno mismo y en los demás! ¡Cuánta decepción, cuántos malentendidos, cuántas mentiras dichas con el pretexto de no hacer sufrir al otro o a la otra!
Mientras escribo, veo que ha llegado una noche más, lo que quiere decir que ya no tenemos las anteriores, que ya se fueron, que nos las gastamos y que aunque conservemos el recuerdo, también el recuerdo está sometido a un desgaste que lo va desdibujando, difuminando, confundiendo, transformando y pulverizando hasta convertirlo en olvido, en nada.
Somos el tiempo que nos queda y puesto que solo se vive una vez, hay que aprender a vivir y a querer.

Silvana


Silvana se había enamorado de Nicolás, su profesor de teatro. Todo sucedió muy rápido y sin embargo, ambos carecían de palabras para describir ese delicado sentimiento y temían que al hacerlo se rompiera como el cristal. Expresar su relación significarla definirla, ponerle límites, reducirla; si no se mencionaba permanecería libre e incontaminada. Pero llegó el día de descorchar su relación y toda la magia que los envolvía se evaporó como las burbujas de champán al contacto con la lengua.
La relación de Silvana y Nicolás acababa de empezar y al mismo tiempo se estaba acabando, estaba llegando a su fin como la muerte. La “esperanza” era un sentimiento positivo, o al menos eso decía la gente. Pero Silvana sabía la amarga verdad: la “esperanza” podía llegar. a ser cruel, terriblemente cruel…Podía convertir a una muchacha enamorada en una mujer triste y débil, perdida en sus ensoñaciones y en sus recuerdos de un tiempo que no volvería. La “esperanza” podía trastornar a una persona hasta hacerle rozar la locura.
Para Silvana no fue fácil meter en la maleta el día en que se conocieron; ni su primer beso; ni su primera cita; ni tampoco, la vez primera en que me hizo suya…lo bueno es que tampoco cupieron las palizas y los regaños y las riñas del que ella creía que reamaba. Entonces cerró muy fuerte la maleta antes de que se fueran a colar y en ese mismo instante Silvana pudo perfectamente comprender lo que se debe sentir la masa de un buñuelo al entrar en contacto con el aceite hirviendo, pues era así como ella se sentía.
Silvana era una víctima más del maltrato, del insulto, de la humillación por parte de su compañero sentimental –si es que era ese el nombre correcto. Cada vez que Silvana se movía, oía el sonido de una arruga. Se sentía como un hombre con un traje de papel. La intimidación, la desconfianza, la alarma, la duda, la amenaza, la cobardía, el temblor, el espanto, el susto, el pavor, el desasosiego, el pánico y por último: el miedo.
Silvana después de esta experiencia en el terreno tan complicado del amor quedó echa añicos como un cenicero de loza que se estampa contra la pared. Hay mujeres que al casarse se convierten en menores de edad bajo la dictadura del marido. Afortunadamente Silvana tuvo el valor suficiente para plantarle cara a su maltratador.

Veronica Marchante

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